En una hoja haz cuatro columnas. Escribe en la primera columna 24 palabras al azar. Las que más te gusten. O las primeras que te vengan a la mente. A continuación únelas por parejas (la primera con la tercera, la segunda con la cuarta…), y por cada pareja escribe en una segunda columna una nueva palabra que, sin saber por qué, te viene a la mente al asociar las dos palabras anteriores. Tendrás así doce palabras. Vuelva a unirlas por parejas, y escribe por cada par una nueva en la tercera columna. Haz lo mismo con las seis que quedan y escribe la cuarta columna. Ya sólo tienes tres palabras. Esas son las que necesitas. La primera representa el pasado de tu personaje, la segunda el presente y la tercera el futuro.
Del libro "Escribir. Manual de técnicas narrativas", de Enrique Páez (pag.52). Publicado por SM, EAN13: 9788434868854, 28,90€
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Tienes el tiempo justo para maldecir la lluvia. Y luego despiertas y pones el mundo ante ti. Maldita lluvia pero ya no llueve más. Sólo llovía en el sueño.
Tienes el tiempo justo para llegar a cualquier sitio y no perder el día. Caminas como un barco por la noche, como se camina en algunas canciones y en casi todos los poemas.
Cuando más tarde, de vuelta a casa, tus huellas te traen, empapado, desde tan lejos que parte de ti aún está allí (esa parte que está dibujando una flor con su sonrisa), llegas con el fondo de los ojos empapado de haber visto.
“bendita luz ceniza y triste. Triste hoja llevada por el viento y triste gaviota posada, rogad por nosotros”
(..reescribiéndome)
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Un poema, una idea extraordinaria, son accidentes curiosos en la corriente de las palabras.
(1897-1899)
Escribir –para conocerse– y eso es todo.
(1907-1908)
Mediante la mezcla de palabras muy corrientes, el escritor sabe ensanchar el mundo expresado.
No añade ni una palabra ni un objeto, pero transforma un sentimiento vago que yo tengo –(y sin el cual yo no comprendería)– en un dibujo, un hecho articulado.
Hace lo que yo hago en ese mismo momento.
En él, las palabras son más libres que en los demás. Su rendimiento es mayor. A través de él, y gracias a ti, la misma palabra participa en diez combinaciones, aunque él no formule más que una.
En ese hombre está el poder de desunir, y más a menudo, de unir las palabras.
(1911-1912)
Mi manera de mirar las cosas literarias tiene que ver con el trabajo, con los actos, con las condiciones de fabricación , con la especie.
Para mí, una obra no es un ser completo y autosuficiente, — es una piel de animal, una tela de araña, un cascarón o concha abandonada, un capullo. Es el animal y la labor del animal lo que me interroga. ¿Quién ha hecho esto –?– No qué hombre, qué nombre — — sino qué sistema, ni hombre ni nombre, mediante qué modificaciones de sí mismo, en medio de qué medio se ha separado de lo que ha sido durante un tiempo.
(1913)
El hombre mira una imagen y ve una realidad. Mira un dibujo y ve cosas. Mira cosas y ve actos, operaciones posibles. Sólo esa posibilidad da todo su valor a esas cosas vistas.
(1914)
El deseo de originalidad es el padre de todos los préstamos / de todas las imitaciones /. Nada más original, nada más uno que nutrirse de los demás — Pero hay que digerirlos. El león está hecho de cordero asimilado.
(1916)
La importancia de una obra para su autor está en razón de lo imprevisto que le aporta, de él a sí mismo, durante su fabricación.
(1917)
Hojeando los cuadernos de Paul Valéry, en esta edición: Cuadernos 1894-1945, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2007. Ean13: 9788481096842, 24’50€.
Coja un periódico.
Coja unas tijeras.
Escoja en el periódico un artículo de la longitud que cuenta darle a su poema.
Recorte el artículo.
Recorte en seguida con cuidado cada una de las palabras que forman el artículo y métalas en una bolsa.
Agítela suavemente.
Ahora saque cada recorte uno tras otro.
Copie concienzudamente
en el orden en que hayan salido de la bolsa.
El poema se parecerá a usted.
Y es usted un escritor infinitamente original y de una sensibilidad hechizante, aunque incomprendida del vulgo.
Tristan TZARA
(esto es lo que tengo en mente hasta el sábado)
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Lloraba una chica
frente al gran ventanal de las pistas.
No pudimos hacer nada por ella:
las lágrimas de aeropuerto
son para llorar a solas.
(segundo aeropuerto del mismo libro de versos poco más que adolescentes cuyos originales, de manera inesperada, han vuelto a aparecérseme, para sonrojo, diversión y curiosidad varias)
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Me preguntaba: «¿alguna vez ha cabido la vida en un poema?». Corría, galopaba en toda la sangre agolpada, el año 1999. Aún sigo sin respuesta. Pero buscando…
El día de tu santo ( Jairo Anibal Niño)
El día de tu cumpleaños
te hicieron regalos muy valiosos:
un perfume extranjero, una sortija,
un lapicero de oro, unos patines,
unos tenis Nike y una bicicleta.
Yo solamente te pude traer,
En una caja antigua de color rapé,
un montón de semillas de naranjo,
de pino, de cedro, de araucaria,
de bellísima, de caobo y de amarillo.
Esas semillas son pacientes
y esperan su lugar y su tiempo.
Yo no tenía dinero para comprarte algo lujoso.
Yo simplemente quise regalarte un bosque.
(le debo a La palabra itinerante que este poema llegase a mis manos)
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«Escribo porque yo, un día, adolescente, me incliné ante un espejo y no había nadie. ¿Se da cuenta? El Vacío».
Meditación en el umbral
(más poemas de Rosario Castellanos en este enlace a sololiteratura.com)
No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.
Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.
«El lema del poeta no puede ser sino éste: En mi dolor está mi alegría. […]Sospecho que el poeta es ese hombre para quien, en última instancia, el dolor no es una realidad.[…] Y ahí está precisamente lo terrible de un dolor así: padecerlo y saber que no es real, que no tiene potestad sobrre el poeta porque el poeta lo prisma y lo rebota poema, y además goza al hacerlo como si estuviera jugando con un gato que le araña las manos. […] En el fondo el poeta no admite jamás el dolor: sufre, pero a la vez es ese otro que lo mira sufrir parado a los pies de la cama y pensando que afuera está el sol.» En «El examen».
Entrevista a Julio Cortázar en «A fondo», mítica emisión literaria de cuando la tele no venía dentro de una bolsa negra, de cuando no apestaba, de 1977.