Bienvenidos sean los poemas a nuestros oídos huérfanos de palabras capaces de hacer saltar por los aires el yugo que nos somete.
Bienvenidos estos versos a los escenarios cansados de bailar con la más fea.
Bienvenida, siempre, la poesía que trata de defender nuestras independencias y nuestras humanidades, bienvenida si no es un mero adorno en el orden habitual de las cosas u otra piedra preciosa en el bastón de mando que empuña el señorito.
Ojalá no tuvieran que morirse los poetas para que el viento del pueblo sembrase sus versos, aceptase correr con ellos de boca en boca.
Ojalá que a nadie lo encerrasen por decir, por escribir lo que sea que haya dicho o escrito nunca nadie.
Pero seguimos encerrando a quien molesta, seguimos acallando a quien perturba, creemos todavía en las condenas, en la cólera desatada de dioses decrépitos, en una justicia a la que se le vendan los ojos con un pañuelo de marca.
Para el centenario del nacimiento de Miguel Hernández, preparé unas palabras que luego ni les encontré oportunidad ni nadie me pidió leer. He seleccionado algún párrafo. Hace un año ya de esto, y 101 desde el nacimiento del poeta.
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