En los últimos 70 millones de años, el hipotálamo apenas si ha evolucionado, y parece estar ahí, entre otras muchísimas cosas, para mostrarnos la continuidad que hay entre los cerebros de humanos y animales. Es una glándula rudimentaria en los reptiles, pero bien desarrollada en aves y mamíferos, que controla la memoria, la conducta, los instintos sexuales. Genera también toda la química de lo que los bípedos implumes llamamos enamoramiento y pasión, además de vínculos maternales y otros afectos.
Hoy os invito a celebrar (zapatos de ir a bailar y camiseta de la suerte) los 70 millones de años que lleva el amor en el mundo.
(¿Dónde he aprendido esto? Pues en un libro: «Anatomía del amor», de Helen Fisher, publicado por Anagrama)
Además, por la parte que me toca, hoy se celebra la entrada número 100 a este cuaderno que estás mirando.
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